Cuentan algunos testigos de tsunamis que el mar se retira antes de volver con extraordinaria violencia. Parecería que el mar, durante unos minutos, rechazase su pasado marino de playas amables o de cabos imponentes. Parecería que el mar ya no volvería nunca más a ser el mismo. Pero los tsunamis lo desdicen, el mar vuelve, renovado y destructor como queriendo inaugurar un nuevo periodo de relación con la costa.
Es muy posible que eso este ocurriendo hoy con nuestras obras públicas. En nuestras creencias colectivas, y no solo por la crisis, nuestro mundo construido parece retirarse como si ya no fuese necesario, como si la transformación digital que ya empezamos a vivir hubiera arrinconado a las obras a algún desván de la historia, y si bien, esa es una idea para considerar, creo que lo que realmente ocurre es que están retrocediendo para avanzar renovadas. Es más, si nos fijamos con atención ya podemos percibir algunas señales del cambio que se avecina (impresionantes obras logísticas, extraordinarias obras urbanas..).
Sin embargo y durante algún tiempo, la introducción de sistemas inteligentes en nuestras obras se ha visto como algo complementario, de cierta utilidad, pero que no afectaba a la esencia del objeto construido. Hoy ya sabemos que esa visión está equivocada: la obra de la economía digital difiere de sus precedentes en su esencia porque los requisitos a cumplir difieren de los antiguos de manera contundente. Si reflexionamos durante un instante sobre las diferencias en la conducción de un vehículo autónomo de otro tradicional, es decir la previsibilidad de un ordenador frente a las características siempre cambiantes de un ser humano, concluiremos que no solo varían todos los elementos del trazado (sección transversal, trazado longitudinal, obras de fábrica..), sino que desde un punto de vista estructural nuestras obras deben ser distintas ya que nos enfrentaremos a una “anormal” concentración de cargas (quizás muy normal en el mundo ferroviario) que hace inútil una buena parte de nuestra solución constructiva e insuficiente a la otra. Pero no acaban ahí los cambios, hablar de transformación digital solo es una manera icónica e imprecisa de denominar a la revolución que se aproxima. La movilidad no será solo autónoma, sino que además será cooperativa, colaborativa ,electrificada, y además resiliente a unos entornos climáticos cada vez más agresivos.
Llevar los sistemas de recarga eléctrica verde de forma casi continua al territorio, poder conocer en abierto (porque los vehículos lo harán) las condiciones más íntimas de nuestras obras, acabar con una infinidad de paradigmas como movilidad pública o privada, de pago o no pago, contaminante o no, la transformación de bienes en servicios, … nos invitan a vislumbrar un mundo nuevo por construir. A modo de ejemplo, ¿qué ocurrirá en las ciudades cuando pensemos en que una solución posible serían túneles de gálibo estricto, para vehículos eléctricos y autónomos, donde la calidad del aire haya dejado de ser un problema?
El mar de la obra pública está retrocediendo, no solo por razones fundamentadas en las consecuencias de la crisis; sino porqué existe una intuición no articulada de que se aproxima un mundo nuevo, un mundo construido nuevo.
Pero al igual que ocurre con los tsunamis en el mar, las primeras señales deben ser correctamente interpretadas. El tiempo disponible es breve y la tarea es mucha. Cuando pensamos en los periodos de transformación digital y en los periodos de las obras públicas descubrimos motivos muy fundados de preocupación. A nosotros, ingenieros constructores, los debates sobre si la generalización de los vehículos autónomos en las carreteras (por no hablar del mar o del aire) acaecerá en 2025, 2030 o 2040 nos resulta igual de preocupantes, ya que no seremos capaces de cumplir con esas expectativas: el tsunami está cerca y no podemos perder un instante.
Si como es normal en los periodos revolucionarios, las incertidumbres son muchas, nuestro objetivo debe ser reducirlas en la medida de lo posible y esto solo se puede hacer con la investigación sobre nuevas soluciones.
Nuestro país ha sido líder durante los últimos años en la provisión de obras y servicios a lo largo y ancho del mundo. Si queremos seguir siéndolo, necesitamos de un nuevo esfuerzo colectivo, con administraciones, empresas, centro de investigación, para encontrar respuestas a las nuevas preguntas. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán, y como ya ha ocurrido en otros casos, los nuevos rivales no tienen porque provenir del sector, sino que son esos agentes que anticipándose encuentran soluciones… ¡algunos de ellos podrían ser las empresas cotizadas más grandes del mundo!.
El tiempo se acaba, el trueno de la gran ola retumba en la distancia.
Aniceto Zaragoza
Director general de Oficemen
Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos
Tribuna publicada en el Newsletter Trimestral de la Asociación (nº2)